sábado, 10 de octubre de 2009

9º Cap. El frío del amor.

*Jack P.O.V*

Caminaba por las calles a paso ligero. No me estaba costando demasiado trabajo seguir el olor de aquella humana, pues lo tenía grabado con fuego en mi memoria.
Deseaba poder correr a mi velocidad vampírica pero eso me delataría entre los humanos.
Mi especie había evolucionado de tal manera que ya la luz de sol no nos dañaba. Lo único inusual en nosotros al ojo humano era la palidez de nuestra piel y la fuerza de la que éramos poseedores.
El dulce aroma de la joven me condujo hasta las afueras de la ciudad. Había pocas casas donde elegir asique sería fácil saber cuál era.
Al cabo de unos minutos, estaba parado frente en puerta de la casa más
grande de la calle; la cual estaba prácticamente abandonada.
"¿Qué haces?" - me pregunté a mi mismo cuando estaba a punto de tocar el timbre.
No quería asustarla con mi repentina visita. Ella, no comprendería que yo supiera dónde vivía. Había salvado su vida por la mañana pero sería extraño que me presentara en su casa.
Rodeé la casa y descubrí una ventana abierta en el segundo piso. Con una rápida mirada comprobé que no me veía nadie y trepé hasta la ventana.

Una dulce voz cantaba al son de la música. Rápidamente reconocí una de las canciones de Ricky Martin.
- Yo no sé cómo empezó. Sólo sé que sucedió fue tal vez sin darme cuenta - me quedé pretificado al oír la letra.
- No podía ver la luz hasta que cerré mis ojos y desperté pensando en ti - la voz de aquella muchacha era dulce y suave.
- A veces me parece que es todo una locura. Como un sueño sin sentido - estaba envelesado con la canción.
- Y mientras estaba lejos te espero siempre aquí. Que lo nuestro vuelva a ser. Por que pude comprender que eres el amor de mi vida - perdi el contro de mi cuerpo que buscaba ansioso encontrar a la muchacha.
- Me lo dice mi corazón que no te olvida. Ahora tengo una razón para existir, para vivir. Y puedo ser feliz, por que ahora se que eres el amor de mi vida - derribé con la pierna el jarrón que había en el escritorio.
La música cesó a los pocos segundos lo cual quería decir que me había oído.
Contuve el aliento aunque sabía que ella no podía escuchar mis movimientos. Era la primera vez en mi vida que me sentía asustado. Oía a la muchacha caminar con sigilo hasta la habitación donde me encontraba.
Bajé del escritorio y me situé cerca de la puerta para recibirla. Sabía que si la engatusaba con mis ojos no gritaría cuando me encontrase en su dormitorio.
La adrenalina me recorría y un extraño sentimiento empezó a nacer en mi al escuchar como giraba el picaporte.
Unos grandes ojos castaños se encontraron con los míos. Ella estaba únicamente vestida con una toalla y su cabello mojado se pegaba sobre sus hombros desnudos.
- ¿Sabes quién soy? - pregunté de repente. No sabía de dónde salió aquella pregunta que ahora flotaba por la habitación.
- Jack - contestó con un susurro.
Sin pensar, la atraje hacia mí. Mi camisa se humedecío al contacto de su toalla mojada y un suave sonrojo baño sus mejillas.
Cerré los ojos y posé mi frente sobre la suya. Mis manos sujetaban su pequeña cintura y las suyas se entrelazaban detrás de mi cuello. Su respiración era más agitada y su aliento bañaba mi rostro con un dulce aroma.
El atropellado latir de su corazón me envolvía y jugaba con mis sentimientos. Los segundos pasaban, las agujas del reloj se movían pero yo ya no era consciente de nada más que ella.
Tímidamente entreabrí los labios para besar los suyos. No sabía por qué, pero necesitaba beber de su boca. Algo dentro de mí, me confirmaba que era ella. La misma mujer a la que condené a muerte y a la que seguía amando a pesar del tiempo.
Rozé nuestros labios con cuidado, saboreándolos como si del más exquisito manjar se tratara.
"Tan dulces... Tan suaves..." - pensé para mí.
"La matarás de nuevo" - contestó mi otro yo.
Era cierto. Tenía razón por una vez. Si no me alejaba los más posible de ella la historia se repetiría.
Solté su cintura y la alejé de mí, rompiendo el abrazo. Ella me miró con rostro de dolor y de un solo movimiento me hayaba en el poyete de la ventana listo para irme. La última imagen que ví antes de saltar fue a Emily llorando.

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