viernes, 6 de noviembre de 2009


*Marie P.O.V*

- ¡Marie! - gritó Mat.
Me detuve en mitad del pasillo para no hacerle caminar más. Traía mi maleta en su mano.
- ¿Dónde estabas? - preguntó entregándomela.
- En ningún sitio en especial - le mentí colgándola de mi hombro.
Caminamos por el pasillo buscando el aula de historia.
No me apetecía nada tener a Jack como profesor. Suspiré cuando llegamos. Mat mantuvo la puerta abierta para que yo pasara; era todo un caballero.
El profesor no había llegado todavía. Mi amigo se sentó al final de la clase junto a su novio. Yo en cambio, me situé frente a la pizarra, en la primera fila. Jack llegó al poco tiempo pidiendo perdón por el retraso.

jueves, 5 de noviembre de 2009


*Jack P.O.V*

La tenía entre mis brazos apretándola contra mi. Ella estaba llorando y agarraba mi camisa.
- Ya... Marie... - le dije intentando calmarla.
Negó con la cabeza y siguió llorando. Sus lamentos llenaban el pasillo y se clavaban en mi pecho como dagas.
- Vamos. No seas niña - la solté para recoger mis libros.
Marie se quedó de pie, mirándome. Sus lágrimas bañaban su rostro y sus labios entreabiertos dejaban escapar sollozos.
Una vez estuve de pie la miré. Me dolía demasiado verla llorar; no era muy común en mi naturaleza mostrar debilidad por los humanos. La había abrazado sintiendo su calor y eso me llenó de un extraño placer.
- ¿Quieres venir conmigo? - le pregunté.
Anelaba estar con ella, pero su llanto llamaría la atención de los demás profesores y no me agradaba la idea de que descubrieran que la conocía de antes.
- Sí - contestó con voz débil.
Aquella simple palabra me alegró. Estos sentimientos tan extraños que ella ocasionaba en mi estaban empezando a preocuparme.
Salimos del centro y caminamos por el aparcamiento hasta llegar a un merendero cubierto que había en la parte de atrás. El techo nos cubría y eso me relajó; así no tendría que estar pendiente de todo que ocurría a nuestro alrededor.
Dejé los libros sobre una de las mesas. Me apoyé en esta cruzándome de brazos y la miré. Ella hizo lo mismo pero con ojos tristes.
- ¿Puedo saber qué le ocurre señorita? - mi voz sonaba fría y distante.
Quería que entendiera que le salvé la vida por puro reflejo, que aquel beso fue un error, que yo no iba a estar junto a ella. Tenía tres razones para esto último: 1 yo era su profesor, 2 no la amaba ni quería nada con ella además de que Emily seguía en mis pensamientos y 3 yo era un vampiro. Ella en cambio una simple humana a la cual no dejaría que descubriese mi secreto. No, no cometería ese error por segunda vez.
- ¡No finjas que no me conoces! - chilló.
Aquello me descolocó por unos segundos pero recobré la compostura.
- ¿Perdone señortia? - pregunté.
- Jack... Tú eres Jack... Me salvaste la vida aquella mañana y el otro día apareciste en mi habitación... Todos mis sueños... - susurró en mayor parte para ella.
"¿Cómo conocía mi nombre?" - me pregunté.
- Usted, ¿cómo sabe mi nombre? - formulé.
- Lo sé por los sueños que tengo de los dos desde hace tiempo! - se tapó la boca y se sonrojó.
Se notaba que no quería que yo conociera la información que acababa de optener.
- ¿Qué sueños?
- No pienso decírtelo. Al menos hasta que me des alguna explicación y yo obtenga las respuestas que busco.
Se giró y dedicándome una mirada de odio puso rumbo a la universidad de nuevo. Yo me quedé allí, con tantas preguntas y dudas sobre Marie que creía haberme vuelto loco.
Ella tenía sueños sobre "nosotros" y conocía mi nombre real; que descartando a Emily nadie más conocía. Suspiré y me llevé una mano a la cabeza. Aquella humana podía conmigo. Me hablaba de sus sueños y cuando le preguntaba sobre ello me respondía que ella también buscaba respuestas.
Tenía miedo de que mi secreto pudiera salir a la luz por culpa de Marie. Me gustaba mucho vivir aquí, era poseedor de muchos recuerdos del pasado junto a Emily y no quería dejarlos. Debía conseguir acercarme a Marie para averiguar lo que conocía de mí.
"Debo resolver este asunto antes de que se complique aún más y ella pueda hablar" - fue lo último que pensé antes de que sonara el timbre dando a paso a mi primera clase como profesor de historia.


*Marie P.O.V.*

Mi interior chillaba en rebeldía. El destino se estaba riendo de mí. Querí gritar hasta quedarme sin voz y llorar hasta quedarme sin lágrimas. Sacar la angustia y la impotencia que me quemaban por dentro a cualquier precio. Deseaba alejarme de él como fuera posible. Sin embargo, ahora resultó ser el profesor de mi asignatura favorita.
Dora y yo nos separamos, para ir cada unas a sus respectivas clases. Yo tenía español a primera hora, y a segunda historia.
Caminé sin ánimo hasta el aula de idiomas y entré. Mat se levantó y llamó mi atención señalando el asiento que me guardaba a su lado.

- Buenos días Mat. Gracias por guardármelo - le besé la mejilla y después me senté a su lado.
- De nada Marie - me respondió con su acento femenino.
Mat era homosexual hasta la médula ósea, aunque eso no era ningún impedimento para nuestra amistad. Al contrario, la avivaba.
La profesora española llegó al poco tiempo de que la clase se llenara. Ella como de costumbre únicamente saludó a las alumnas que le hacían la pelota.
Mat comenzó a hacer sus típicos comentarios sobre la señora Gutierrez, que siempre me hacían reír. Mas, esta vez yo estaba sumergida dentro de mi misma, buscando la razón por la que mi corazón cantaba cuando Jack se acercó a mí en aquel aparcamiento o cuando volví a verlo en secretaría.
Nada tenía sentido. Las piezas de este puzzle no encajaban de ninguna manera que yo conociera. Además, aquel comentario de Dora en el aparcamiento...
Tenía en la cabeza un profundo mar de preguntas sin respuesta. Por mucho que intentaba encontrar una mínima solución a alguna de ellas, sólo hayaba un precipicio que se abría ante mí.
Soñé tantas veces con él, teniendo recuerdos de un pasado que nunca viví. Aquellos sueños que me volvían loca al no entenderlos. Y, de repente, Jack apareció en mi dormitorio y me besó. Le respondí a aquel beso con una necesidad sorprendete por sentirlo. Recuerdo que esa misma noche deseé volver a soñar para poder besarlo, pero no hubo.
Era todo tan raro y difícil de comprender.
La profesora me regañó en varias ocasiones por estar distraída. Incluso Mat se dió cuenta de que algo me ocurría. Yo, sin embargo, no escuché las quejas de la profesora, ni contesté a las preguntas de Mat. Para mí, todo giraba en torno a Jack y en las respuestas que esperaba conseguir.
Un fuerte palmotazo en mi mesa me sacó de mis pensamientos de forma brusca.
- Señorita Lewis, fuera de mi clase inmediatamente - gritó alterada la profesora.
Me levanté enfadada, auque no sabía realmente por qué. Salí del aula dando un portazo y caminé por el pasillo.
Poco a poco las ganas de llorar fueron apareciendo mientras el enfado se esfumaba. Me detuve cubriendo mi rostro con las manos, ocultando las lágrimas que de mis ojos nacían.
No podía calmarme y mis sollozos llenaban el pasillo.
- ¿Qué haces aquí? - preguntó una voz familiar.
Aparté las manos de mi rostro y le miré. Jack estaba mirándome preocupado mientras llevaba los libros en una de sus manos.
Sin pensármelo le abrazé y sollozé contra su pecho. Oí como sus libros cayeron al suelo y a los pocos segundos me abrazó. No me importaba no saber quién era ni por qué susurraba mi nombre mientras me apretaba contra su cuerpo. Él me había salvado la vida y sólo sabía que deseaba que no me soltara nunca.

*Jack P.O.V.*

Estaba orgulloso de mí mismo. Había conseguido trabajo en la universidad sin necesidad de utilizar mis encantos vampíricos.
No necesitaba trabajar, ni siquiera el direno que iba a ganar, pero sería una forma entretenida de matar el tiempo y distraerme.
Sonreí. Además, ¿había algún ser humano capaz de garnarme en historia, a mí que la había vivido?
Me resultaba inútil tener que conducir hasta el centro. No obstante, se encontraba desmasiado lejana para la capacidad física humana.
Aparqué en una de las plazas reservadas para el profesorado y me quité las gafas de sol para mirar el lugar.
"Sin duda, es grande" - pensé.
Recogí la carpeta en que la que llevaba mi documentación, la cual resultó relativamente fácil de falsificar, y puse rumbo al despacho del director.

Después de una extensa charla sobre las normas y hábitos de la
universidad, revisó mis papeles.
- Todo está en orden señor Smith - dijo a modo de felicitación.
Reí en mi interior. Aquel apellido y ese nombre eran reales. Así me llamé en mi vida humana.
Hablamos unos minutos más sobre los alumnos, el convaleciente profesor de historia, la forma de evaluar etc. Me mostró los planos del centro situándome el comedor, mi clase, la sala de profesores... En resumidas cuentas, lo básico para que un humano se pudiera mover con fluidez por el centro. Mas, yo memorizé los planos a la perfección; no quería sorpresas.
- Muy bien - se aclaró la garganta y recolocó sus gafas de pasta sobre su ganchuda nariz - Es un placer - nos levantamos y situándonos cerca de la puerta nos dimos la mano - ¿Cuándo podrá comenzar las clases? - esa última parte me sonó a súplica.
- Sí señor. Hoy mismo comenzaré las clases - le alivié abriendo la puerta.
Un aroma familiar llegó a mí, revolucionando mis sentidos. Me detuve en mitad de la puerta en cuanto ví sus ojos marrones. Su corazón comenzó a cantar y su rostro se convirtió en una expresión de confusión y sorpresa.
"¿Por qué? ¿Por qué Ella estaba aquí?" - me pregunté.
La mano del director me palmeó el hombro.
- Tenemos jóvenes muy bellas aquí - me susurró al oído.
- Sí - le contesté en el mismo tono de voz.
Aunque la verdad tenía ganas de hacerle sufrir la más cruel de las torturas por haberse fijado en Ella.
La seguí mirando descaradamente, pero no podía parar. Recordé la suavidad de su piel, el sabor de sus labios y la cálidez de su cuerpo. Una sensación extraña me recorrió y me hubiera sonrojado de haber podido.
Ella rompió la conexión de nuestras miradas y cogiendo a su compañera del brazo se perdió de mi vista tras la puerta.
La secretaria apareció cargada de libros que supuse serían para ellas.
- ¿Dónde estan? - preguntó con voz ahogada.
- No lo sabemos - respondió el director por los dos.
Me acerqué a ella y tomé los libros de sus manos cautivándola con mis ojos.
- No se preocupe yo se los entregaré - me despedí de ambos y me dejé guiar por mi olfato para encontrarlas.
Las hayé al poco tiempo en el aparcamiento. Ella se encontraba apoyada en un Maybach 57 S de color negro, mirando hacia abajo y su amiga rubia frotándole la espalda.
- Joder cómo esta el profesorado. No me habías dicho nada - bromeó refiriéndose a mí.
- No puede... ser profesor... en estos dos meses de clases... no lo he visto... hasta ahora... - le dijo con voz ahogada.
- Puede ser algún suplente - insistió la rubia.
- ¡Mierda! - exclamó recobrando la compostura y agarrando a su amiga por los brazos - Es cierto Dora. El profesor de historia está ingresado de gravedad y la semana pasada nos informaron de la llegada de un suplente.
Comenzé a acercarme a ellas con sigilo. Ya conocía el nombre de su amiga. Ahora averiguar el de Ella sería más fácil.
- Señorita Dora - dije con voz dulce - Creo que esto - alzé los libros que llevaba en los brazos - pertenece a alguna de ustedes.
La joven que respondía a ese nombre me miró. Un breve sonrojo se dibujó en sus mejillas excesivamente maquilladas; por lo que era casi imperceptible.
- Sí. Muchas gracias - respondió la otra joven tomándolos de mis manos con fuerza.
El excesivo peso provocó un leve tambaleo en un cuerpo, lo cual dibujó una sonrisa divertida en mis labios. Me coloqué las gafas de sol mientras la sirena que anunciaba el comienzo de las clases sonaba.
- Me encantará tenerlas en mi aula - les dediqué una última sonrisa y les dí la espalda.
- Marie, creo que me he enamorado - escuché la voz de Dora.
"Marie... Se llamaba Marie..." - repetía en mi mente ignorando el comentario que aquella muchacha hizo.

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