jueves, 5 de noviembre de 2009

12º Cap. Profesor de historia.

*Jack P.O.V.*

Estaba orgulloso de mí mismo. Había conseguido trabajo en la universidad sin necesidad de utilizar mis encantos vampíricos.
No necesitaba trabajar, ni siquiera el direno que iba a ganar, pero sería una forma entretenida de matar el tiempo y distraerme.
Sonreí. Además, ¿había algún ser humano capaz de garnarme en historia, a mí que la había vivido?
Me resultaba inútil tener que conducir hasta el centro. No obstante, se encontraba desmasiado lejana para la capacidad física humana.
Aparqué en una de las plazas reservadas para el profesorado y me quité las gafas de sol para mirar el lugar.
"Sin duda, es grande" - pensé.
Recogí la carpeta en que la que llevaba mi documentación, la cual resultó relativamente fácil de falsificar, y puse rumbo al despacho del director.

Después de una extensa charla sobre las normas y hábitos de la
universidad, revisó mis papeles.
- Todo está en orden señor Smith - dijo a modo de felicitación.
Reí en mi interior. Aquel apellido y ese nombre eran reales. Así me llamé en mi vida humana.
Hablamos unos minutos más sobre los alumnos, el convaleciente profesor de historia, la forma de evaluar etc. Me mostró los planos del centro situándome el comedor, mi clase, la sala de profesores... En resumidas cuentas, lo básico para que un humano se pudiera mover con fluidez por el centro. Mas, yo memorizé los planos a la perfección; no quería sorpresas.
- Muy bien - se aclaró la garganta y recolocó sus gafas de pasta sobre su ganchuda nariz - Es un placer - nos levantamos y situándonos cerca de la puerta nos dimos la mano - ¿Cuándo podrá comenzar las clases? - esa última parte me sonó a súplica.
- Sí señor. Hoy mismo comenzaré las clases - le alivié abriendo la puerta.
Un aroma familiar llegó a mí, revolucionando mis sentidos. Me detuve en mitad de la puerta en cuanto ví sus ojos marrones. Su corazón comenzó a cantar y su rostro se convirtió en una expresión de confusión y sorpresa.
"¿Por qué? ¿Por qué Ella estaba aquí?" - me pregunté.
La mano del director me palmeó el hombro.
- Tenemos jóvenes muy bellas aquí - me susurró al oído.
- Sí - le contesté en el mismo tono de voz.
Aunque la verdad tenía ganas de hacerle sufrir la más cruel de las torturas por haberse fijado en Ella.
La seguí mirando descaradamente, pero no podía parar. Recordé la suavidad de su piel, el sabor de sus labios y la cálidez de su cuerpo. Una sensación extraña me recorrió y me hubiera sonrojado de haber podido.
Ella rompió la conexión de nuestras miradas y cogiendo a su compañera del brazo se perdió de mi vista tras la puerta.
La secretaria apareció cargada de libros que supuse serían para ellas.
- ¿Dónde estan? - preguntó con voz ahogada.
- No lo sabemos - respondió el director por los dos.
Me acerqué a ella y tomé los libros de sus manos cautivándola con mis ojos.
- No se preocupe yo se los entregaré - me despedí de ambos y me dejé guiar por mi olfato para encontrarlas.
Las hayé al poco tiempo en el aparcamiento. Ella se encontraba apoyada en un Maybach 57 S de color negro, mirando hacia abajo y su amiga rubia frotándole la espalda.
- Joder cómo esta el profesorado. No me habías dicho nada - bromeó refiriéndose a mí.
- No puede... ser profesor... en estos dos meses de clases... no lo he visto... hasta ahora... - le dijo con voz ahogada.
- Puede ser algún suplente - insistió la rubia.
- ¡Mierda! - exclamó recobrando la compostura y agarrando a su amiga por los brazos - Es cierto Dora. El profesor de historia está ingresado de gravedad y la semana pasada nos informaron de la llegada de un suplente.
Comenzé a acercarme a ellas con sigilo. Ya conocía el nombre de su amiga. Ahora averiguar el de Ella sería más fácil.
- Señorita Dora - dije con voz dulce - Creo que esto - alzé los libros que llevaba en los brazos - pertenece a alguna de ustedes.
La joven que respondía a ese nombre me miró. Un breve sonrojo se dibujó en sus mejillas excesivamente maquilladas; por lo que era casi imperceptible.
- Sí. Muchas gracias - respondió la otra joven tomándolos de mis manos con fuerza.
El excesivo peso provocó un leve tambaleo en un cuerpo, lo cual dibujó una sonrisa divertida en mis labios. Me coloqué las gafas de sol mientras la sirena que anunciaba el comienzo de las clases sonaba.
- Me encantará tenerlas en mi aula - les dediqué una última sonrisa y les dí la espalda.
- Marie, creo que me he enamorado - escuché la voz de Dora.
"Marie... Se llamaba Marie..." - repetía en mi mente ignorando el comentario que aquella muchacha hizo.

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