viernes, 6 de noviembre de 2009


*Marie P.O.V*

- ¡Marie! - gritó Mat.
Me detuve en mitad del pasillo para no hacerle caminar más. Traía mi maleta en su mano.
- ¿Dónde estabas? - preguntó entregándomela.
- En ningún sitio en especial - le mentí colgándola de mi hombro.
Caminamos por el pasillo buscando el aula de historia.
No me apetecía nada tener a Jack como profesor. Suspiré cuando llegamos. Mat mantuvo la puerta abierta para que yo pasara; era todo un caballero.
El profesor no había llegado todavía. Mi amigo se sentó al final de la clase junto a su novio. Yo en cambio, me situé frente a la pizarra, en la primera fila. Jack llegó al poco tiempo pidiendo perdón por el retraso.

jueves, 5 de noviembre de 2009


*Jack P.O.V*

La tenía entre mis brazos apretándola contra mi. Ella estaba llorando y agarraba mi camisa.
- Ya... Marie... - le dije intentando calmarla.
Negó con la cabeza y siguió llorando. Sus lamentos llenaban el pasillo y se clavaban en mi pecho como dagas.
- Vamos. No seas niña - la solté para recoger mis libros.
Marie se quedó de pie, mirándome. Sus lágrimas bañaban su rostro y sus labios entreabiertos dejaban escapar sollozos.
Una vez estuve de pie la miré. Me dolía demasiado verla llorar; no era muy común en mi naturaleza mostrar debilidad por los humanos. La había abrazado sintiendo su calor y eso me llenó de un extraño placer.
- ¿Quieres venir conmigo? - le pregunté.
Anelaba estar con ella, pero su llanto llamaría la atención de los demás profesores y no me agradaba la idea de que descubrieran que la conocía de antes.
- Sí - contestó con voz débil.
Aquella simple palabra me alegró. Estos sentimientos tan extraños que ella ocasionaba en mi estaban empezando a preocuparme.
Salimos del centro y caminamos por el aparcamiento hasta llegar a un merendero cubierto que había en la parte de atrás. El techo nos cubría y eso me relajó; así no tendría que estar pendiente de todo que ocurría a nuestro alrededor.
Dejé los libros sobre una de las mesas. Me apoyé en esta cruzándome de brazos y la miré. Ella hizo lo mismo pero con ojos tristes.
- ¿Puedo saber qué le ocurre señorita? - mi voz sonaba fría y distante.
Quería que entendiera que le salvé la vida por puro reflejo, que aquel beso fue un error, que yo no iba a estar junto a ella. Tenía tres razones para esto último: 1 yo era su profesor, 2 no la amaba ni quería nada con ella además de que Emily seguía en mis pensamientos y 3 yo era un vampiro. Ella en cambio una simple humana a la cual no dejaría que descubriese mi secreto. No, no cometería ese error por segunda vez.
- ¡No finjas que no me conoces! - chilló.
Aquello me descolocó por unos segundos pero recobré la compostura.
- ¿Perdone señortia? - pregunté.
- Jack... Tú eres Jack... Me salvaste la vida aquella mañana y el otro día apareciste en mi habitación... Todos mis sueños... - susurró en mayor parte para ella.
"¿Cómo conocía mi nombre?" - me pregunté.
- Usted, ¿cómo sabe mi nombre? - formulé.
- Lo sé por los sueños que tengo de los dos desde hace tiempo! - se tapó la boca y se sonrojó.
Se notaba que no quería que yo conociera la información que acababa de optener.
- ¿Qué sueños?
- No pienso decírtelo. Al menos hasta que me des alguna explicación y yo obtenga las respuestas que busco.
Se giró y dedicándome una mirada de odio puso rumbo a la universidad de nuevo. Yo me quedé allí, con tantas preguntas y dudas sobre Marie que creía haberme vuelto loco.
Ella tenía sueños sobre "nosotros" y conocía mi nombre real; que descartando a Emily nadie más conocía. Suspiré y me llevé una mano a la cabeza. Aquella humana podía conmigo. Me hablaba de sus sueños y cuando le preguntaba sobre ello me respondía que ella también buscaba respuestas.
Tenía miedo de que mi secreto pudiera salir a la luz por culpa de Marie. Me gustaba mucho vivir aquí, era poseedor de muchos recuerdos del pasado junto a Emily y no quería dejarlos. Debía conseguir acercarme a Marie para averiguar lo que conocía de mí.
"Debo resolver este asunto antes de que se complique aún más y ella pueda hablar" - fue lo último que pensé antes de que sonara el timbre dando a paso a mi primera clase como profesor de historia.


*Marie P.O.V.*

Mi interior chillaba en rebeldía. El destino se estaba riendo de mí. Querí gritar hasta quedarme sin voz y llorar hasta quedarme sin lágrimas. Sacar la angustia y la impotencia que me quemaban por dentro a cualquier precio. Deseaba alejarme de él como fuera posible. Sin embargo, ahora resultó ser el profesor de mi asignatura favorita.
Dora y yo nos separamos, para ir cada unas a sus respectivas clases. Yo tenía español a primera hora, y a segunda historia.
Caminé sin ánimo hasta el aula de idiomas y entré. Mat se levantó y llamó mi atención señalando el asiento que me guardaba a su lado.

- Buenos días Mat. Gracias por guardármelo - le besé la mejilla y después me senté a su lado.
- De nada Marie - me respondió con su acento femenino.
Mat era homosexual hasta la médula ósea, aunque eso no era ningún impedimento para nuestra amistad. Al contrario, la avivaba.
La profesora española llegó al poco tiempo de que la clase se llenara. Ella como de costumbre únicamente saludó a las alumnas que le hacían la pelota.
Mat comenzó a hacer sus típicos comentarios sobre la señora Gutierrez, que siempre me hacían reír. Mas, esta vez yo estaba sumergida dentro de mi misma, buscando la razón por la que mi corazón cantaba cuando Jack se acercó a mí en aquel aparcamiento o cuando volví a verlo en secretaría.
Nada tenía sentido. Las piezas de este puzzle no encajaban de ninguna manera que yo conociera. Además, aquel comentario de Dora en el aparcamiento...
Tenía en la cabeza un profundo mar de preguntas sin respuesta. Por mucho que intentaba encontrar una mínima solución a alguna de ellas, sólo hayaba un precipicio que se abría ante mí.
Soñé tantas veces con él, teniendo recuerdos de un pasado que nunca viví. Aquellos sueños que me volvían loca al no entenderlos. Y, de repente, Jack apareció en mi dormitorio y me besó. Le respondí a aquel beso con una necesidad sorprendete por sentirlo. Recuerdo que esa misma noche deseé volver a soñar para poder besarlo, pero no hubo.
Era todo tan raro y difícil de comprender.
La profesora me regañó en varias ocasiones por estar distraída. Incluso Mat se dió cuenta de que algo me ocurría. Yo, sin embargo, no escuché las quejas de la profesora, ni contesté a las preguntas de Mat. Para mí, todo giraba en torno a Jack y en las respuestas que esperaba conseguir.
Un fuerte palmotazo en mi mesa me sacó de mis pensamientos de forma brusca.
- Señorita Lewis, fuera de mi clase inmediatamente - gritó alterada la profesora.
Me levanté enfadada, auque no sabía realmente por qué. Salí del aula dando un portazo y caminé por el pasillo.
Poco a poco las ganas de llorar fueron apareciendo mientras el enfado se esfumaba. Me detuve cubriendo mi rostro con las manos, ocultando las lágrimas que de mis ojos nacían.
No podía calmarme y mis sollozos llenaban el pasillo.
- ¿Qué haces aquí? - preguntó una voz familiar.
Aparté las manos de mi rostro y le miré. Jack estaba mirándome preocupado mientras llevaba los libros en una de sus manos.
Sin pensármelo le abrazé y sollozé contra su pecho. Oí como sus libros cayeron al suelo y a los pocos segundos me abrazó. No me importaba no saber quién era ni por qué susurraba mi nombre mientras me apretaba contra su cuerpo. Él me había salvado la vida y sólo sabía que deseaba que no me soltara nunca.

*Jack P.O.V.*

Estaba orgulloso de mí mismo. Había conseguido trabajo en la universidad sin necesidad de utilizar mis encantos vampíricos.
No necesitaba trabajar, ni siquiera el direno que iba a ganar, pero sería una forma entretenida de matar el tiempo y distraerme.
Sonreí. Además, ¿había algún ser humano capaz de garnarme en historia, a mí que la había vivido?
Me resultaba inútil tener que conducir hasta el centro. No obstante, se encontraba desmasiado lejana para la capacidad física humana.
Aparqué en una de las plazas reservadas para el profesorado y me quité las gafas de sol para mirar el lugar.
"Sin duda, es grande" - pensé.
Recogí la carpeta en que la que llevaba mi documentación, la cual resultó relativamente fácil de falsificar, y puse rumbo al despacho del director.

Después de una extensa charla sobre las normas y hábitos de la
universidad, revisó mis papeles.
- Todo está en orden señor Smith - dijo a modo de felicitación.
Reí en mi interior. Aquel apellido y ese nombre eran reales. Así me llamé en mi vida humana.
Hablamos unos minutos más sobre los alumnos, el convaleciente profesor de historia, la forma de evaluar etc. Me mostró los planos del centro situándome el comedor, mi clase, la sala de profesores... En resumidas cuentas, lo básico para que un humano se pudiera mover con fluidez por el centro. Mas, yo memorizé los planos a la perfección; no quería sorpresas.
- Muy bien - se aclaró la garganta y recolocó sus gafas de pasta sobre su ganchuda nariz - Es un placer - nos levantamos y situándonos cerca de la puerta nos dimos la mano - ¿Cuándo podrá comenzar las clases? - esa última parte me sonó a súplica.
- Sí señor. Hoy mismo comenzaré las clases - le alivié abriendo la puerta.
Un aroma familiar llegó a mí, revolucionando mis sentidos. Me detuve en mitad de la puerta en cuanto ví sus ojos marrones. Su corazón comenzó a cantar y su rostro se convirtió en una expresión de confusión y sorpresa.
"¿Por qué? ¿Por qué Ella estaba aquí?" - me pregunté.
La mano del director me palmeó el hombro.
- Tenemos jóvenes muy bellas aquí - me susurró al oído.
- Sí - le contesté en el mismo tono de voz.
Aunque la verdad tenía ganas de hacerle sufrir la más cruel de las torturas por haberse fijado en Ella.
La seguí mirando descaradamente, pero no podía parar. Recordé la suavidad de su piel, el sabor de sus labios y la cálidez de su cuerpo. Una sensación extraña me recorrió y me hubiera sonrojado de haber podido.
Ella rompió la conexión de nuestras miradas y cogiendo a su compañera del brazo se perdió de mi vista tras la puerta.
La secretaria apareció cargada de libros que supuse serían para ellas.
- ¿Dónde estan? - preguntó con voz ahogada.
- No lo sabemos - respondió el director por los dos.
Me acerqué a ella y tomé los libros de sus manos cautivándola con mis ojos.
- No se preocupe yo se los entregaré - me despedí de ambos y me dejé guiar por mi olfato para encontrarlas.
Las hayé al poco tiempo en el aparcamiento. Ella se encontraba apoyada en un Maybach 57 S de color negro, mirando hacia abajo y su amiga rubia frotándole la espalda.
- Joder cómo esta el profesorado. No me habías dicho nada - bromeó refiriéndose a mí.
- No puede... ser profesor... en estos dos meses de clases... no lo he visto... hasta ahora... - le dijo con voz ahogada.
- Puede ser algún suplente - insistió la rubia.
- ¡Mierda! - exclamó recobrando la compostura y agarrando a su amiga por los brazos - Es cierto Dora. El profesor de historia está ingresado de gravedad y la semana pasada nos informaron de la llegada de un suplente.
Comenzé a acercarme a ellas con sigilo. Ya conocía el nombre de su amiga. Ahora averiguar el de Ella sería más fácil.
- Señorita Dora - dije con voz dulce - Creo que esto - alzé los libros que llevaba en los brazos - pertenece a alguna de ustedes.
La joven que respondía a ese nombre me miró. Un breve sonrojo se dibujó en sus mejillas excesivamente maquilladas; por lo que era casi imperceptible.
- Sí. Muchas gracias - respondió la otra joven tomándolos de mis manos con fuerza.
El excesivo peso provocó un leve tambaleo en un cuerpo, lo cual dibujó una sonrisa divertida en mis labios. Me coloqué las gafas de sol mientras la sirena que anunciaba el comienzo de las clases sonaba.
- Me encantará tenerlas en mi aula - les dediqué una última sonrisa y les dí la espalda.
- Marie, creo que me he enamorado - escuché la voz de Dora.
"Marie... Se llamaba Marie..." - repetía en mi mente ignorando el comentario que aquella muchacha hizo.

domingo, 25 de octubre de 2009

11º Cap. Reencuentro.


*Marie P.O.V.*

Los extraños sueños que me habían durante tanto tiempo habías desaparecido. Era la primera noche en muchos meses en la que no tuve aquellas visiones. Di una vuelta en la cama acurrucándome entre la sábana. Repasé mis labios con el dedo otra vez. Aquel beso había sido una magia extraña. Algo frío, intenso y poderoso. Tanto que parecía obra de mi propia imaginación. No obstante, la prueba de que fue cierto, residía en el jarrón roto que tuve que recoger.
Mi mente me hizo recordar, que le repondí a ese muchacho a una pregunta de la cual desconocía la respuesta.
Esos sueños, ese beso, esa respuesta... ¿Tenían algo en común? ¿Eran sucesos de una historia de la cual yo formaba parte?
El sonido del despertador irrumpió en mis pensamientos.

Cuando estaba ya casi lista para ir a la universidad, llamaron a la puerta.
"¿Quién puede ser?" - me pregunté a mi misma.
No esperaba ninguna visita; es más, Marcus nunca venía a recogerme pues estudiábamos en diferentes universidades. Volvieron a llamar.
- ¡Ya voy! - grité terminándome la tostada y llegando a la puerta.
Fui victima de la sorpresa cuando abrí. Una gran caja de bombones tapaba el rostro del visitante.
Examiné con curiosidad a aquella mujer. Su forma de vestir me recordaba a una amiga que se mudó hace tiempo a Canadá. Pero era imposible que fuera ella, en sus cartas nunca me dijo que tuviera planes de regresar.
- Do... ¿Dora? - me atreví a preguntar.
- Jo - se quejó - Tenía la esperanza de que tardaras un poco más en descubrirme - dijo una extraña, y a la vez, familiar voz.
Retiró la caja de su cara y pude volver a verla después de tanto tiempo. Su cabello rubio había crecido mucho y ahora lo llevaba ondulado. Iba perfectamente maquillada y la ropa era de última tendencia; lo único que no cambió fueron sus ojos, azules y profundos.
- ¡Dora! - grité abrazándola.
Nos abrazamos durante unos segundos, chillando y saltando de alegría.
Dora se mudó a Canadá con sus padres cuando teníamos 15 años. Nosotras nos comunicábamos sobretodo por carta; aunque las nuevas tecnologías nos facilitaron el poder saber de la otra en los últimos años.
- Qué guapa estás, Marie - comentó mirándome detenidamente cuando nos calmamos.
- La que está guapísima eres tú - dije dando una vuelta a su alrededor.
Siempre había sido mi mejor amiga. Era más que una amiga, era la hermana que nunca tuve. Mi ángel de la guarda. Así podría describir todo lo que significaba para mí y seguiría quedándome corta.
Nos sonreímos y volvimos a abrazarnos. Esta vez con más ternura.
- Mira. Te traje tus bombones favoritos - dijo enseñándome la cajeta con la que antes se cubrió la cara.
- Ñam - salió de mis labios a la misma vez que tomaba el paquete.
Pasamos adentro, dirección a la cocina, cerrando la puerta tras nosotras.
- Dora, ¿dónde vives? - le pregunté recogiendo la taza y el plato de mi desayuno, y comenzando a fregarlos.
- Tenía pensando, y si no te molesta, venir aquí. Vivir las dos juntas en esta casa. Mis padres siguen en Canadá pero, yo me he cambiado de universidad - dijo con voz más seria.
- ¡¿Vivir juntas?! - la miré.
- Sólo si tu quieres - respondió.
- Tonta. ¿Cómo no voy a querer? - la salpiqué.
Nos reímos. Cuando terminé con los platos, la acompañé hasta su coche para descargar sus maletas. Subimos a su cuarto y las dejamos allí.
- Buff - bufé - Que solo ha estado este cuarto - abrí la ventana.
Fugazmente me acordé de la pérdida de mi madre al poco tiempo de separarse de mi padre, del cual hacía bastante tiempo que no sabía nada.
Unos minutos después de acomodar algunas de sus pertenencias y enseñarle el cuarto de baño que compartiríamos, se ofreció a llevarme en su coche a la universidad.
Durante el trayecto hablamos de muchas cosas sin importancia, disfrutando de poder volver a estar juntas. Dora, me contó con brevedad que su actual novio la dejó al enterarse de que volvería a Estados Unidos; no le gustaba la idea de una relación a distancia.
Dora aparcó en la plaza más cercana a la puerta de entrada; el aparcamiento aún estaba vacío.
- Vaya, si que es grande - comentó al bajarnos.
- La verdad es que sí - corroboré su opinión sin darle demasiada importancia.
- Será interesante estudiar aquí - dijo más bien para ella.
Me miró de rafilón al darse cuenta de que la escuché. Supuse que mi cara reclamaba una explicación pues me miró con cara de disculpa.
- Decidí trasladarme a esta universidad.
Reí. Resultaba irónico pensar que habíamos pasado tanto tiempo separadas, y ahora no me la podría quitar ni en la sopa.
Las clases tardarían en empezar un rato, por lo que decidí acompañarla hasta la secretaría para que rellenara los papeles de inscripción.
- Bienvenida señorita Morgan - le dijo la secretaria cuando todos los papeles estuvieron en orden.
- Muchas gracias señora Simmons - dijo Dora.
- Ahora si me disculpan le buscaré unos libros de las asignaturas que quiere estudiar para que hoy mismo pueda comenzar las clases - dijo levantándose de la silla y perdiéndose tras una puerta.
- Si señor. Hoy mismo comenzaré las clases - dijo una voz profunda mientras el dueño de esta abrí la puerta del despacho del director.
Aquel hombre paró en seco sus pasos cuando nuestros ojos se encontraron.

viernes, 23 de octubre de 2009



*Emily P.O.V*

Todo había acabado. El no me recordaba. Todo había sido intuil. Fue su decisión y no la mía. Los sentimientos que tuvo una vez por mí, habían muerto. Había echo todo lo posible para regresar a su lado. Entregué todo para volver. Ahora sé que todo intento fue en vano.
Quizás ya no pudiera llorar, ni soñar, ni siquiera respirar pero podía amar. Seguir amando más hayá de la muerte, del dolor y del tiempo.
Pero, ¿para qué?
Ya nada tenía sentido. El volvió a huir. Destrozó mi corazón una vez más, mientras el suyo se mantenía frío y distante.
Sentía verguenza por mí misma. Como fui tan estúpida al pensar que él regresaría a mi lado si yo volvía. Ya tuvo su oportunidad en el pasado y se fue, nada había cambiado.
Me siento tan sola y es que no soy capaz de encontrar la felicidad. Todas mis esperanzas han muerto y mis sueños ya olvidados se han desvanecido. Todo en lo que yo creía a muerto.
Él era la única luz que me quedaba y se ha disipado hasta dejarme en la más negra oscuridad.
Dos caminos se habren a mis pies. Sabía perfectamente a dónde me conduciría cada uno de ellos.
Uno me conducía al que ahora era mi hogar, y el otro a seguir esperandole atrapada en el cuerpo de esta humana.
Jack, mírame. Necesito ver tus ojos una vez más. Deseo llevarme ese recuerdo a mi nuevo destino. Por mucho que intente odiarte no tengo fuerzas suficientes. Aunque sepa que eres un ser frío y distante, aunque me hayas dañado de ese modo no hay manera, no puedo dejar de amarte.
Sabía que ahora él estaba interesado en la humana, pero yo evitaría que ella sufriera la misma suerte que yo. Marie y yo estábamos conectadas aunque ella lo desconociera. La ayudaría a ser fuerte, a no dejarse engañar por aquel vampiro. Le había otorgado en sus sueños escenas de mi propia historia, robando sus propios sueños. Mas, eso acabaría pronto. Sería su propia vida la que viviría, no la mía. Para eso estaré oculta en lo más profundo de su corazón dándole las fuerzas que yo nunca tuve.
Mi corazón había sido robado por aquel vampiro una vez, pero ahora era libre. Estaba muerto físicamente era cierto pero ahora los latidos de Marie me daban vida una vez más.

sábado, 10 de octubre de 2009

9º Cap. El frío del amor.

*Jack P.O.V*

Caminaba por las calles a paso ligero. No me estaba costando demasiado trabajo seguir el olor de aquella humana, pues lo tenía grabado con fuego en mi memoria.
Deseaba poder correr a mi velocidad vampírica pero eso me delataría entre los humanos.
Mi especie había evolucionado de tal manera que ya la luz de sol no nos dañaba. Lo único inusual en nosotros al ojo humano era la palidez de nuestra piel y la fuerza de la que éramos poseedores.
El dulce aroma de la joven me condujo hasta las afueras de la ciudad. Había pocas casas donde elegir asique sería fácil saber cuál era.
Al cabo de unos minutos, estaba parado frente en puerta de la casa más
grande de la calle; la cual estaba prácticamente abandonada.
"¿Qué haces?" - me pregunté a mi mismo cuando estaba a punto de tocar el timbre.
No quería asustarla con mi repentina visita. Ella, no comprendería que yo supiera dónde vivía. Había salvado su vida por la mañana pero sería extraño que me presentara en su casa.
Rodeé la casa y descubrí una ventana abierta en el segundo piso. Con una rápida mirada comprobé que no me veía nadie y trepé hasta la ventana.

Una dulce voz cantaba al son de la música. Rápidamente reconocí una de las canciones de Ricky Martin.
- Yo no sé cómo empezó. Sólo sé que sucedió fue tal vez sin darme cuenta - me quedé pretificado al oír la letra.
- No podía ver la luz hasta que cerré mis ojos y desperté pensando en ti - la voz de aquella muchacha era dulce y suave.
- A veces me parece que es todo una locura. Como un sueño sin sentido - estaba envelesado con la canción.
- Y mientras estaba lejos te espero siempre aquí. Que lo nuestro vuelva a ser. Por que pude comprender que eres el amor de mi vida - perdi el contro de mi cuerpo que buscaba ansioso encontrar a la muchacha.
- Me lo dice mi corazón que no te olvida. Ahora tengo una razón para existir, para vivir. Y puedo ser feliz, por que ahora se que eres el amor de mi vida - derribé con la pierna el jarrón que había en el escritorio.
La música cesó a los pocos segundos lo cual quería decir que me había oído.
Contuve el aliento aunque sabía que ella no podía escuchar mis movimientos. Era la primera vez en mi vida que me sentía asustado. Oía a la muchacha caminar con sigilo hasta la habitación donde me encontraba.
Bajé del escritorio y me situé cerca de la puerta para recibirla. Sabía que si la engatusaba con mis ojos no gritaría cuando me encontrase en su dormitorio.
La adrenalina me recorría y un extraño sentimiento empezó a nacer en mi al escuchar como giraba el picaporte.
Unos grandes ojos castaños se encontraron con los míos. Ella estaba únicamente vestida con una toalla y su cabello mojado se pegaba sobre sus hombros desnudos.
- ¿Sabes quién soy? - pregunté de repente. No sabía de dónde salió aquella pregunta que ahora flotaba por la habitación.
- Jack - contestó con un susurro.
Sin pensar, la atraje hacia mí. Mi camisa se humedecío al contacto de su toalla mojada y un suave sonrojo baño sus mejillas.
Cerré los ojos y posé mi frente sobre la suya. Mis manos sujetaban su pequeña cintura y las suyas se entrelazaban detrás de mi cuello. Su respiración era más agitada y su aliento bañaba mi rostro con un dulce aroma.
El atropellado latir de su corazón me envolvía y jugaba con mis sentimientos. Los segundos pasaban, las agujas del reloj se movían pero yo ya no era consciente de nada más que ella.
Tímidamente entreabrí los labios para besar los suyos. No sabía por qué, pero necesitaba beber de su boca. Algo dentro de mí, me confirmaba que era ella. La misma mujer a la que condené a muerte y a la que seguía amando a pesar del tiempo.
Rozé nuestros labios con cuidado, saboreándolos como si del más exquisito manjar se tratara.
"Tan dulces... Tan suaves..." - pensé para mí.
"La matarás de nuevo" - contestó mi otro yo.
Era cierto. Tenía razón por una vez. Si no me alejaba los más posible de ella la historia se repetiría.
Solté su cintura y la alejé de mí, rompiendo el abrazo. Ella me miró con rostro de dolor y de un solo movimiento me hayaba en el poyete de la ventana listo para irme. La última imagen que ví antes de saltar fue a Emily llorando.

miércoles, 30 de septiembre de 2009

*Marie P.O.V*


El agua a una temperatura cálida, viajaba a través de mis cabellos retirando la espuma. La música me hacía volar a un mundo lejano. Recorría mi cuerpo con las manos ayudando al agua, a aclararme. Una sensación extraña me relajaba. Incliné la cabeza hacía atrás, de tal modo que ahora el agua caía sobre mi rostro. Entreabrí los labios cantando la canción que sonaba con dulzura. Mis musculos estaban relajandos, mi mente en un lugar lejano y yo, no sé ni dónde me encontraba.
Cerré el grifo de agua a la vez que abría los ojos y apoyaba mis brazos contra las baldosas. Las gotas de agua se desprendia de mi piel y recorrían rápidamente un corto camino hasta llegar al plato de la ducha.
Salí, y a la vez que me envolvía en la toalla, calcé mis zapatillas de baño. Caminé hasta el espejo y me miré. Esa era yo. Una mujer absurda. Posé mis manos en el lavabo y suspiré.
Un ruido de cristal roto me sobresaltó. Corté la radio rápidamente para poder escuchar mejor. Las pisadas sobre el cristal llegaban silenciosas. Salí del cuarto de baño y abrí la puerta asomando la cabeza con cuidado. No había nadie. Las pisadas había cesado, el silencio reinaba en la casa.
Los latidos de mi corazón retumbaban en mis oídos, la adrenalina recorría mi cuerpo. Caminé hacia mi cuarto con sigilo y rapidez, intentando no alertar al posible intruso. Al llegar a la puerta de correspondiente puse la mano en el po_
mo y lo giré con cuidado. Lo último que recuerdo fue haber visto unos grandes
ojos aguamarina mirándome.

7º Cap. Lucha interior.

*Jack P.O.V.*

¿Qué era lo que tenía que hacer? ¿Cuál era el camino
correcto? Mi mente me ordenaba una cosa, pero
mi corazón deseaba otra muy distinta.
Si lo pensaba otra vez, era imposible que fuera ella.
No había forma humana de que hubiera regresado.
Sin embargo, el olor, los ojos, la forma de sonrojarse ... Eran idénticas.
Mi cabeza analizaba cada uno de los conocimientos adquiridos hasta el momento buscando una sola manera de responder a mi pregunta: ¿Emily podría haber regresado?
"No. ¡Ja! ¿Quién querría estar contigo?" - yo mismo me contestaba. "Ojalá pudiera deshacerme de ti."
- Mejor. Así no tendría que aguantarte todo el tiempo - le contesté al monstruo.
Se cayó. A lo mejor no tenía que responderme, o por otro lado sabía que yo tenía razón.
Me senté en el suelo pegando mi espalda contra la pared. Todo mi mundo era una tortura. La única luz que me había iluminado en tantos años de oscuridad se consumió sin darme tiempo a salvarla.
Golpeé mi cabeza contra la pared sin sentir dolor alguno, aunque no podría decir lo mismo del agujero que dejé impreso como muestra de mis actos.
Deseaba la muerte como ningún otro ser. No podía, no quería seguir viviendo desde que Emily se fue.
- Reencarnación - escapó de repente de mis labios.
¡Eso era! No era una verdad científica, pero algunas religiones creían en esa misteriosa magia. El alma nunca muere.
"¡No!" - gritó mi otro yo.
¿Por qué? ¿Por qué tenía que seguir viviendo en la oscuridad? Ya sé que mi raza se basaba en eso, pero yo era diferente.
"No dejaré que vuelvas a hablar con ella. Tú me obedecerás a mi" - volvió a torturarme.
- Lo siento - le dije - La decisión está tomada.
"¡No!" - gritó dentro de mi en vano.
Yo había elegido hablar con aquella joven y averiguar quién era; nadie podría impedírmelo, ni si quiera mi monstruo interior.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

6º Cap. Estoy confusa.

*Marie P.O.V.*

- Descansa por favor - pidió besándome.
- Sí. Te lo prometo - le dije cuando el beso terminó.
Suspiré en cuanto se marchó y cerré la puerta. Mi vida
había estado apunto de acabar de una forma muy
tonta. La cabeza empezó a darme vueltas en busca de
alguna respuesta.
¿Qué me había pasado? ¿Por qué había echo eso? Eran
miles las preguntas que atravesaban mi mente. Tenía
el presentimiento de que si continuaba así unos segun_
dos más, acabaría volviéndome loca.
No me sentía yo. Era como si me hubieran cambiado
el corazón por el de otra persona.
Ahora que lo pensaba, el corazón me latía como si estu_
viera enamorado al estar en los brazos de aquel hombre.
Sacudí la cabeza confundida. Estaba loca, eso seguro.
Lo que más me preocupaba era no haber encontrado
una respuesta a la pregunta de Marcus.
"¿Por qué te sonrojaste cuando ese hombre te miró? - su
voz atravesó mi cabeza.
Ese extraño me observó sorprendido cuando vió mi rostro. Yo me sonrojé y compartí su mirada,
pero él se alejó enseguida rompiendo mi abrazo. No me dió ni tiempo para agradecerle lo que había echo por mí.
¿Por qué el corazón me latía más rápido cada vez que lo recordaba? Tenía una suave melena rubia, unos hermosos ojos aguamarina y unos labios carnosos.
- Jack - escapó de mis labios.
Sonrojada y furiosa conmigo misma, llevé las manos a mi boca para sellarla. Me encontraba parada en mitad del recibidor de mi casa, con el corazón cantando en mi pecho audiblemente, roja y confusa.

5º Cap. Antiguo error

*Jack P.O.V.*

No, no podía ser. Me negaba a creerlo. No era ella. Eso sería
imposible. Tenía que estar confundido. Sí, eso era una mala jugada de mi imaginación. Ella estaba muerta, y yo la había matado.
- ¡Joder! - grité cogiendo una mesa y tirándola por la habitación.
Si pudiera llorar lo haría, pues el dolor me estaba matando por dentro. Me desplomé de rodillas en el suelo, ya sin fuerzas, apretando los puños.
- Emily ... - dije tan bajito que ningún humano podría haberlo oído.
Hacía más de 50 años que ella había fallecido, dejándome
solo en este mundo. Ella habría podido seguir viva. Se habría casado y formado una familia. Además lo más probable es que en este momento estaría disfrutando de sus nietos.
Pero no, yo le arrebaté todo eso en el mismo momento en el que entré en su vida.
Sollocé sin lágrimas lamentándome por el error que cometí hace mucho tiempo. Una vez que saqué un poco del dolor que guardaba, me puse en pie y corrí
hasta la habitación que había compartido con ella tantas veces en esta casa. Abría la puerta y para mi sorpresa Emily estaba allí, con un dedo en sus labios diciéndome que no hiciera ruido; parecía que no quería que alguien la descubriera.
Corrí a abrazarla pero se desvaneció en mis brazos antes de que pudiera tocarla. Suspiré, jamás podría recuperarla. El cielo jamás me perdonaría por haber echo sufrir a un ángel. Mi ángel.
"Aunque ella volviese jamás querría regresar a tus brazos" - dijo mi monstruo interior.
- Tienes razón - le contesté en voz alta.

martes, 22 de septiembre de 2009

*Marie P.O.V.*

- ¡Marie! - escuché como una voz me llamaba.
Giré la cabeza en la dirección de la que me había parecido que procedía la voz. Marcus venía corriendo entre la gente hacia mi posición.
Se paró a respirar cuando llegó a mi lado.
- Buenos días Marcus - le saludé con una dulce sonrisa.
Sin contestarme y sin darme tiempo para hablar, me tomó por la cintura y acercándome a él, me besó tiernamente en los labios. Cuando nos separamos, después de haber compartido un dulce beso cargado de sentimientos, ambos teníamos un leve sonrojo en nuestros rostros. Mis preocupaciones por los sueños que tenía desde hace un año desaparecieron.
- Te quiero - me dijo cogiendo mi mano.
- Yo a ti también - le contesté notando como mi sonrojo crecía.
Caminamos entre la multitud con las manos enlazadas.
Para mí cada vez que estaba con él todo lo demás lo desaparecía. Estaba enamorada de Marcus desde hacía bastante tiempo, pero habíamos empezado a salir hacía dos meses.
Caminaba mirando su rostro. Me encantaban sus ojos verdes y su melena oscura. Estaba totalmente sumergida en mi mundo por lo que no me di cuenta de dónde me coloqué para hablar con Marcus.
Un fuerte pitido me hizo girarme para descubrir a un coche que venía a toda velocidad a mi encuentro.
De repente, y como suele pasar en las películas, todo sucedía de forma lenta. Veía a Marcus cambiando la expresión de su rostro y a la gente poniendo cara de horror.
El coche estaba a pocos centímetros de mi, apunto de atropellarme. Iba a cerrar los ojos lista para sentir el impacto inminente cuando una mano me quitó de la trayectoria del coche; pegándome contra un musculoso y duro cuerpo. En pocas palabras: salvándome la vida.
¿Por qué me daba la impresión de haber vivido esta situación con anterioridad?
¿Por qué el corazón me latía tan rápido al estar en esos brazos desconocidos?
Me abracé a ese cuerpo, cerrando los ojos y dejándome innundar por el suave olor a lavanda que desprendía aquel hombre.

*Jack P.O.V.*

Todos mis instintos estaban agudi_
zados al máximo. Las primeras luces del alba se reflejaban en mis afilados colmillos. Mi cuerpo estaba preparado para saltar. La ponzoña fresca inundaba mi boca y mi presa corría lejos del lugar, alerta por el peligro que yo suponía.
Salté de la rama en la que me encontraba sin hacer ruido.
El olor dulce de la sangre llenaba todo mi ser, cautivándome.
Corría al encuentro de mi presa guiándome por los ruidos que esta producía al huir de mi. El monstruo dentro de mí gritaba por liberarse. La rojiza luz del amanecer se colaba entre los árboles iluminando tímidamente el paisaje nocturno.
Estaba ya cerca de mi presa, podía empezar a degustar el sabor de su sangre cuando mis ojos por fin la vieron.
Se encontraba a unos pocos pasos de mí; estaba parado saciando su sed por la anterior carrera, en un pequeño riachuelo.
Sin hacer ruido me acerqué a él y lo agarré con mis fauces por su cuello. Incando mis colmillos con cuidado para no causarle demasiado daño.
La ponzoña rápidamente entró en la circulación sanguínea de mi presa ahogando sus gruñidos al intentar escapar.
Poco a poco el cervatillo se fue dejando caer moribundo en la hierba.
Yo con la rapidez propia de mi especie me dispuse a saciar con su sangre, el apetito. La calidez de esta recorría ahora mis venas dándome fuerzas en esta "no vida".
Una vez el monstruo de mi interior se calmó, me recosté en el hierba dejándome acariciar por la luz de un nuevo día.

2º Cap. Sueños robados.

*Marie P.O.V.*

- ¡Jack! - grité asustada levan_
tándome de la cama.
Me llevé las manos a la cara. Estaba fría y pegajosa por el sudor.
Sollocé un rato sacándome el dolor que me ahogaba por dentro.
Llevaba varios meses teniendo los mismos sueños. Recuerdos de una vida que no era mía, aunque yo era la protagonista de todos ellos. Sequé mis ojos con el dorso de la mano y respiré profundamente.
Mi cuarto estaba todavía bañado por el manto de la noche. Aunque, se podían ver las primeras luces del alba por la ventana.
Caminé hasta el cuarto de baño y encendí la luz.
Lavé mi rostro con agua fría para así, lograr despertarme. Apoyé mis húmedas manos en el lavabo y busqué mi reflejo en el espejo.
Las imágenes de mi último sueño todavía estaban recorriendo mi mente.
" - ¡Jack! - gritaba corriendo tras su figura que se estaba alejando.
Pero él, no se giraba. Corría más y más, gritando su nombre; pero era en vano. Su robusto cuerpo estaba más lejos de mí, a cada paso que yo daba."
Finalmente desperté.
Ahora que lo pensaba con tranquilidad, este sueño había sido diferente. No se trataba de un recuerdo, si no de un sentimiento convertido en pesadilla ... Alguien, había robado mis sueños y me estaba haciendo recordar algo que yo nunca había vivido.

1º Cap. Brisa otoñal

*Jack P.O.V.*

Un nuevo suspiro escapó de mis labios mientras miraba la hermosa puesta de sol apoyado en el balcón.
La suave brisa de septiembre jugaba con mis rubios cabellos.
Por una vez en mucho tiempo, me sentía en paz.
Cerré mis ojos para así, poder disfrutar con mayor precisión de aquella brisa otoñal. Pasaron los segundos y aquella paz me seguía recorriendo.
Una imagen comenzó a formarse en mi mente. No podía distinguirla pues una espesa neblina la envolvía.
Poco a poco, comencé a distinguir la silueta de una mujer. La mujer a quien yo amaba. Mi muerto corazón se contrajo por el dolor de su recuerdo.
- Emily ... - escapó de mis labios.
Ahora podía ver perfectamente su delicada figura bajo un vestido blanco. Sus castaños cabellos caían por sus hombros formando graciosos tirabuzones. En su hermoso rostro había una dulce y tímida sonrisa. Sus ojos chocolate me miraban con cariño.
Apreté con fuerza la barandilla del balcón en la cual descansaban mis manos. El crujido del hierro bajo la hercúlea fuerza de mis manos me sacó de mi ensoñación.
Retiré con cuidado las manos de la barandilla. La marca de mis dedos se podía apreciar con facilidad.
Una vez más la brisa otoñal me acarició recordándome el suave roce de la mujer a la que amaba.
- Emily ... - susurré cerrando los ojos mientras guardaba en mi muerto corazón la última cálidez del crepúsculo.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Prefacio.

Momentos muertos que son sólo recuerdos.
Los años van pasando pero no consigues olvidarlos.
Aquellos recuerdos que en tu corazón siguen estando.
Pero fallaste, aunque lo intentaste impedir.
Igual que las promesas rotas que quedaron por cumplir.
Ya no lucho por lo que quiero y recordando yo muero.

Dedicatoria.

Me veo caer en el abismo de mis pensamientos una vez más, tan desagradable, tan mundano, yo no puedo salir de él, no puedo vivir sin caer.
No me salvan ya mis melodías, caigo en el agujero de mis pensamientos, casi sin aliento digo al viento mi último deseo: " I want to fly on the clouds"
Ahora caigo, pero hacia las nubes ...
Terra.

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